El nuevo concepto 100% club de Human en Razzamatazz
En los años posteriores a la pandemia hemos contemplado atónitxs el aumento considerable de artistas, fiestas, festivales, promotoras y colectivos. Al mismo tiempo, hemos asistido ojipláticxs a un trascendente relevo generacional del público y a la creación de una burbuja virtual alrededor de DJs y producers que, en muchos casos, eclipsa lo más importante: la música. Ciudades como Barcelona, centro de peregrinaje de clubbers de todo el mundo, estallan cada fin de semana en una avalancha potentísima de propuestas e ideas. La última en llegar, y rompiendo y contradiciendo precisamente toda esta nueva ola mediática, es la nueva propuesta para Barcelona de human en Razzmatazz: [TORAX]. Una sesión dominical de tarde-noche centrada exclusivamente en garantizar una experiencia clásica de club de altísima calidad.
La premisa es clara: crear un refugio donde la música sea lo único importante; y las herramientas para ejecutarla, sinceras: un sonido al nivel de una experiencia de club genuina, un diseño de luces y espacios que responda a la necesidad de viajar con el sonido, y un line up desprovisto de artificio de ningún tipo que conduzca la nave hacia el puerto deseado. Todo ello aderezado con una estricta política de no fotos/no vídeos y un ambiente 100% clubber: diverso, respetuoso y con la pista en llamas.
Sabiendo que no habría materiales gráficos posteriores que atestiguaran lo acontecido, quise asistir yo misma a la sesión inaugural para poder narrarla en primera persona. Y como era de esperar, no me defraudó. Pero trasladémonos juntxs de nuevo al pasado domingo 4 de febrero y vayamos punto por punto, porque aquí hay mucha tela que cortar. Bienvenidos a [TORAX].
La caja, el espacio sagrado.
Llego pronto, pues no quiero perderme ni un minuto de sesión. Lo primero que observo es que el acceso está completamente asilado del club. Nada parece indicar que si avanzo unos metros estaré en pleno meollo. Tras dejar que me tapen la cámara del móvil, accedo impaciente. La pista está totalmente aislada mediante unas enormes cortinas negras que dotan a la sala principal de Razzmatazz (la 1, la grande de abajo) de un ambiente oscuro, anónimo, sibilino. Algunas almas ya pisotean el suelo, tímidas, pero convencidas. En cabina, Sylvia, la DJ sueca que, sin complejos y con total libertad, mezcla un techno ecléctico con música bass, electro o los sonidos más experimentales del Reino Unido. Me acerco a verla; no grabo, no molesto, solo escucho. Una Sylvia introspectiva y seria avanza progresivamente hacia una contundencia contenida. Efectivamente, su propuesta trasciende las fronteras de los géneros y ya combina sin despeinarse breaks, techno y electro, con una oscuridad acorde al ambiente de primera hora: devoto, pero sosegado. Me doy una vuelta para perderme entre la masa que, como yo, ha decidido llegar pronto.
El centro de [TORAX], valga la redundancia, es verdaderamente lóbrego. Cuesta horrores adivinar caras. Más allá de las cuatro paredes negras que aíslan la pista de baile, están las barras, separadas, aparte, en otro universo. Ubicadas fuera de la caja, suponen un oasis y brindan a los clubbers un respiro que no interrumpa la acción dinámica e imparable de la pista de baile.
El sonido, protagonista indiscutible.
Mientras deambulo por la pista buscando matices sonoros, mi pecho vibra sin cesar. Como si de un tablero de ajedrez se tratara, cuatro torres flanquean las esquinas de este cubo elaborado adhoc en exclusiva para este concepto de sesión. Me acerco más para comprobar la indiscutible potencia, especialmente reforzada en graves (quizás, para mí gusto, demasiado). Son cuatro puntos apilados estratégicamente, 12 L-Acoustics KS28 y 16 L-Acoustics K3. Un nuevo sistema de sonido que promete una experiencia sonora inmersiva. Doy fe. Mi propio tórax estalla.
Cambio de ubicación con impaciencia para comprobar cómo muta el sonido a medida que la pista se va llenando. Los subgraves penetran en los cuerpos agitados que ya se amontonan armónicos en el centro de una pista diversa y pacífica, concentrada en la música y en fundirse en un ambiente que me recuerda irremediablemente a Berlín. Los haces de luz empiezan a revelarme rostros conocidos. Y comentamos. Nadie puede evitar sonreír. Estamos toxds emocionadxs.
Luces y sombras.
La oscuridad nocturna de la pista, a pesar de ser media tarde, se quiebra solo con destellos puntuales de luz blanca, cíclicos y estroboscópicos, apoyados por recursos de vídeo tenues; todo ello para potenciar la sensación de estar habitando un espacio totalmente desconocido. Sobre la cabina, donde ya reina Rene Wise, las joyas de la corona, tres piedras preciosas, un trío de láseres en forma de diamante que escanean y embelesan a los entregados asistentes a partes iguales. Mientras las luces dominan el cielo de la sala 1 de Razzmatazz, Rene Wise reivindica lo suyo en la tierra. Avanza lento pero consistente, siempre a juego con la atmósfera minimalista, sobria y de líneas simples. Blanco y negro y nada más. Columnas lumínicas hipnóticas delimitan en vertical y horizontal el único espacio que queda ya vacío, el del techo. Las distancias se acortan en la pista mientras el Wise cabalga ahora hacia un techno groove sombrío y austero. Convencido del poder magnético que ejerce sobre sus fieles, el DJ británico no duda en sumar contundencia a su propuesta a medida que la pista pide más leña al fuego. La oscuridad nebulosa se expande en la ya muy concurrida pista de baile de [TORAX]. La ausencia de luz solo se ve interrumpida por las ráfagas blancas, los brazos en alto y el parco rectángulo detrás de la cabina que enmarca al propio Rene Wise, ya muy metido en su propósito de aniquilar a la audiencia a base de paisajes sonoros atmosféricos, crudos pero actuales.
Out of the box.
Llega la hora de explorar más allá del cubo. Abandono un momento a la entregadísima masa para acceder a la planta superior donde se encuentra la Dark Room, que no es sino la transformación de uno de los anfiteatros que sobrevuelan la caja. Un espacio oscuro, íntimo y relajado apto para las indecencias y las confesiones de media tarde. Un punto de inflexión rítmica donde tomar aire antes de entregarse de nuevo a la causa del baile sin interrupciones.
Sigo ascendiendo para alcanzar la terraza. Un espacio al aire libre dedicado a los fumadores y los cotilleos, a las chácharas, reflexiones y, por supuesto, al análisis del propio estreno. Estamos prácticamente todxs; pocos se han quedado en casa hoy. Es la hora de los reencuentros, los saludos y, por qué no, del networking. En las conversaciones se atisba la emoción y en los ojitos de todxs brillantes se adivina la ilusión de haber recuperado un espacio y un tiempo dedicado solos a la música, la cultura y la convivencia serena de sus acólitos.
Club 100%
Cuando vuelvo a la caja lo veo, no hay duda: el estreno de [TORAX] nos ha reunido a todxs y estamos celebrándolo el éxito. La pista está enloquecida. Y ya no cabe un alma. Un enorme Freddy K vomita vinilos sin miramiento alguno. Ha empezado tan fuerte como esta propuesta. Acostumbrado a defender a capa y espada la pista, Freddy, hoy, pretende acabar con ella a base de experiencia, madurez, y saber hacer. La elegancia implacable del DJ y productor italiano se mezcla a la perfección con una contundencia sin fisuras que no tiene parangón. Por primera vez en la tarde, la pista se tiñe de rojo. Rojo infierno para un Freddy K incendiario. Ya no hay vuelta atrás. Va a construir EL CIERRE. Aquí hemos venido a recuperar la experiencia de club sin artificio, y tanto la pista como el DJ lo han entendido sin reproches. El público abraza la propuesta con calidez y Freddy K, que lo lee al milímetro, devuelve ese calor ofreciendo su mejor versión. Cumple con su promesa de otorgarle total importancia a los últimos 20 minutos y, tras una sesión de infarto, materializa un cierre épico. FIN. Pero qué fin…
Una semana después todavía recuerdo la sensación al encenderse las luces. En las caras de la gente se podía leer felicidad pura, sin cortar; la ilusión de quien que ha estado aguardando algo con impaciencia; la de una escena comprometida con el buen rollo, el compañerismo, la pasión y la cultura por encima de todo. Fue una tarde-noche emocionante, porque lo es comprobar cómo se materializaba un proyecto ambicioso, con pedigrí, elaborado con mucho cariño y pasión real, producido con una calidad superior y con un resultado y una acogida sorprendentes para los tiempos que corren. En un mundo arrasado por las tendencias, las redes sociales y la apariencia, se cuela un rayito de luz, un evento donde la única protagonista, por fin, es ella: LA MÚSICA. Todavía queda esperanza, queridxs.
La propuesta de respetar la privacidad de la pista y sus integrantes ha sido tal que la organización prefiere no mostrar imágenes que no sean expresión del propio concepto. Así que si queréis saber qué ocurre realmente dentro de la caja, no os perdáis la siguiente [TORAX], que tendrá lugar el próximo 28 de abril y contará con otro line up de altísimo nivel: DASHA RUSH, MARRØN y MOD.1. Las entradas ya pueden adquirirse en www.salarazzmatazz.com.
Con la piel impregnada de emoción y el vello todavía erizado, se despide NiZ.
Fotos: 2071 (Laura Dominguez)