Vanguardia sanadora
Autor: Bruno Garca
Nos armamos de entusiasmo para vivir en su hábitat natural la 13ª edición de MUTEK en Barcelona. Disfrutando in situ de las obras, los artistas –hasta 50 de 15 nacionalidades diferentes, aunque con gran presencia, eso sí, de la canadiense al cumplirse el 25 aniversario de la firma del Acuerdo de Cooperación entre Quebec y Catalunya- y todo su ecosistema de gentes que se integran en este instructivo encuentro donde, a su vez, se dan la mano los sonidos electrónicos y el baile con las atmósferas y texturas visuales, además del arte contemporáneo más experimental. La Ciudad Condal volvió a vivir, como siempre lo había hecho y aparcando a un lado las peores etapas de la COVID, su semana grande para la creatividad digital, y como decíamos, la música electrónica siempre vinculada a lo visual. A lo multisensorial.
Fue buena elección para arrancar tanto proceso de asimilación acercarnos al Roca Barcelona Gallery para visitar la propuesta del canadiense Robyn Moody llamada ‘Wave Interference’ basada en una creación cinética donde una cascada de 88 tubos de luz interactuaban y movían al son –mejor dicho: el barrido caprichoso de un drone– de un órgano de lengüeta libre del siglo XIX. A la jornada siguiente, la del jueves 10, butacas frente al escenario del Institut Français. Un enclave para sumergirse y dejarse llevar por sus puestas en escena siempre llamativas y eclécticas. Es el hogar perfecto para el programa A/Visions, en esta ocasión capitaneado por los estrenos de Myriam Boucher (‘Littoral’), Ida Toninato & Pierre-Luc Lecours (‘Inner Seas’). La primera, apostando por la sobriedad y lo terapéutico. Paneles, luces tenues y notas largas con sonidos acuáticos. Los segundos mucho más encendidos e inspirados. Una actuación bien hilada donde se coordinaron atmósferas espaciales, velocidades, oscilaciones… con visuales abstractos, bombos techno y, por supuesto, el saxo barítono. La actuación sucedió en un suspiro. Es lo que suele pasar cuando la casa se construye desde unos buenos cimientos y no a lo loco desde el tejado.
De la primera noche (Nocturne 1) en la sala LAUT –qué alegría ver de nuevo este club funcionando- destacar al incombustible Guillaume Coutu-Dumont y al DJ/productor turco afincado en Barna, Babsy. Uno de los platos fuertes –en cuanto a agitadores se refiere- de la edición aterrizó en la madrugada siguiente y coincidiendo con el diluvio universal sobre la capital catalana. Tim Hecker abría la pista del Nitsa en la Nocturne 2. Ofreció un set en directo innovador y peculiar en cuanto a lo visual y, cómo no, lo sonoro. Contemporáneo, cinemático, metafísico y emocional. La cosa iría poco a poco caldeándose con el fondo de relojería techno-industrial de Blawan o la artista polaca de espíritu libre, raver y de armas tomar VTSS.
Y por fin una jornada clave, y que perfectamente refleja el ángel de un evento como MUTEK desde que fuese creado allá por el 2000 en Montreal. La Play 2 celebrada en horario de tarde y noche tempranera en una ubicación tan excepcional como la Antiga Fàbrica Estrella Damm. Esta vez con los 36 sentidos puestos en la Sala de Máquinas donde se concentraron todos los shows. Un acierto abrirnos los sentidos con la sensualidad onírica de Carmen Villain. La productora estadounidense de orígenes tanto aztecas como nórdicos defendió su más reciente trabajo publicado en Smalltown SuperSound, ‘Only Love From Now On’. Y eso fue sinónimo de reserva natural de paz. Ideal para refugiarnos en los tiempos convulsos que corren donde, parece ser, nos queremos dar prisa por desintegrarnos en lo humano y económico. Su sonido es curativo a la vez que contemplativo, como se aprecia en piezas como ‘Future Memory’. Minutos más tarde ocupó su espacio el saxofonista Bendisk Giske –músico que lanza en el mismo sello- quien interactuó a las mil maravillas con tramas, secuencias electrónicas, talento y un buen rollo conectivo. Además de manejarse con solvencia con sus notas, se hizo valedor de elogios por su manera de transmitir e improvisar. También por interpretar de manera harto emotiva el himno de Ucrania. Aparte, algo que me gustó mucho de Bendisk fue encontrarle asistiendo a muchos de los eventos que rodean MUTEK ES desde la mismísima inauguración. Una de las miras que más valoran los organizadores es integrar a la vez que servir de hilo conductor entre los que apuestan por la música electrónica y el arte audiovisual bien seas artista, creativo, profesional del sector o mero público fascinado con toda esta efervescencia.
La tarde continuó con el listón en todo lo alto gracias a las actuaciones de Marina Herlop y Ryoichi Kurokawa. La capacidad de la artista de Anoia es deslumbrante (razón convincente para que su espectáculo no llevase un fondo de visuales). La de ella, y el joven cuarteto que la acompañó. Entre ellos Marta Torrella y Helena Ros, esto es Tarta Relena. Cautivadora la manera de interpretar y explorar las posibilidades, los singulares recovecos de cada pieza. Complejidad versus sencillez en lo instrumental –evidencias de cursar una buena carrera en el Conservatorio-, pero sobre todo en cuanto a técnicas vocales. Orígenes revividos en un discurso apabullante. Un cruce de caminos a la vez que un ovillo hábil de sílabas konnakol (muy usadas en el sur de la India y por los mandingas en el África Occidental), otros cantos rítmicos y mucha percusión (incluimos aquí jazz progresivo y electrónica). Música palabreada que diría alguno, ¡casi nada!. Sonora ovación para Marina y los suyos. Ahí podrían pensar algunos que se acababa el turrón. Qué va, la actuación con la que más identifico la idiosincrasia de MUTEK estaba aún por darse. Esa fue la propuesta audiovisual del japonés afincado en Berlín Ryoichi Kurokawa, quien supo aprovechar la cualidad de actuar en un espacio 360º de luces y sonido. Lo manejó todo desde su mesa. Además de ensimismarnos con su disertación entre visuales de naturaleza inhóspita, orografía sombría, paisajes industriales derruidos, planos y capas contrapuestas, casas fantasmagóricas que se diluían como arenisca… con un universo sonoro-digital abrumador. Lo supo unir y contar de manera magistral. Horas más tarde, concretamente a las tres de la madrugada y en la sala Astin, sucedió otro de los momentos álgidos de la edición 2022: Shackleton. Reconozco que no llegué, pero sí que apuesto mi dentadura a que demostró en su ritual el porqué de esa legión de seguidores que le siguen, tanto de crítica como puros amantes de la electrónica bailable, revolucionaria y persistente.