Contactamos con BeGun para que nos cuente, en primera persona, el desafortunado incidente por el que se vio encerrado en una prisión federal de los EEUU
Autor: BeGun
El pasado 6 de abril, Marcel Bagó y yo cogimos un vuelo a San Juan, capital de Puerto Rico, para participar en el festival Ponce es Ley y visitar la isla aprovechando el viaje. Llegados al aeropuerto, un agente federal nos requisa las maletas para hacer una revisión rutinaria. Durante esa revisión, el agente ve que llevamos equipo musical y nos pregunta cual es el objetivo de nuestro viaje. Al no disponer de un contrato de trabajo por parte del promotor, ni de un visado de trabajo por parte de nuestro manager (el coste del visado era completamente inasumible teniendo en cuenta las condiciones económicas del concierto), le comunicamos al agente que disponíamos únicamente del visado ESTA, que veníamos a visitar el país y que existía la posibilidad de participar de manera promocional, sin cobro y por voluntad propia, en el festival Ponce es Ley. En ese momento, mi teléfono es requisado y revisado a fondo por el agente federal, que decide llamar al promotor para comprobar la veracidad de nuestra declaración. En esa llamada, realizada delante nuestro, el promotor le comunica al agente que nuestro nombre artístico es BeGun y que sí nos iba a pagar por la actuación programada en dicho festival, además de especificarle la cantidad exacta. Esa llamada nos condenó; desde aquí envío un saludo al promotor, principal culpable de lo sucedido y ahora desaparecido.
Volviendo al principio, nos requisan equipaje, móviles, pasaporte y cartera, y nos retienen en una sala contigua a las oficinas de inmigración. Nos fichan en su sistema interno y nos invitan a realizar una declaración jurada en la que se nos advierte de antemano que “cualquier engaño podría suponer un delito con pena de prisión inmediata”. Pido la presencia de un abogado pero se me deniega. Pido hablar con la embajada pero también se me deniega. En ambos casos con el pretexto de que “no serviría de nada”, sin más explicación que esa. Tomada la declaración, nos encierran en una sala sin camas, sin contacto con el exterior, sin relojes y sin ningún objeto personal, a la espera de ser repatriados. Ahí pasamos la noche del jueves, en el suelo y tapados con una manta. Después de pasar todo el viernes encerrados en el zulo, les trasladamos nuestro malestar por la falta de información y nos contestan que íbamos a ser trasladados “a un lugar más cómodo” a la espera de poder fletarnos en el siguiente avión que saliera hacia Madrid. Al rato, dos nuevos agentes nos sacan del ‘zulo’, nos esposan las manos, nos encadenan las piernas y nos pasean por el aeropuerto hasta un furgón blindado con el que nos trasladan a un centro penitenciario federal.
Llegados al centro, se nos despoja de toda nuestra ropa (con la obligación añadida de tirar nuestra ropa interior a la basura) y se nos entrega el pijama carcelario reglamentario en los EEUU, tres piezas: pantalón, camiseta ancha y calzoncillos. Nos fichan en el sistema interno y directamente nos encierran en una celda sin ventanas al exterior, con varias literas metálicas, letrinas y duchas comunes y varias mesas para comer, junto a otros dos presos que también iban a ser repatriados. Cabe mencionar que uno de ellos era inglés y había estado en contacto con su Embajador en todo momento. Por nuestra parte, no habíamos recibido noticia alguna de nuestra Embajada, incluso habiendo pedido a los agentes que se les comunicara nuestra detención.
En esa celda pasamos la noche del viernes y todo el sábado entero, con derecho a una sola llamada de teléfono, momento que aproveché para hablar con mi familia dado que no habían recibido noticias mías desde que salimos de Barcelona. En la noche del sábado, pasado otro día entero encerrados, dos nuevos agentes federales vienen a buscar a Marcel y a los otros dos presos para repatriarlos. Al ver que a mí no me incluían en la lista de ‘afortunados’ les pregunto por qué razón no me podían repatriar a mí también y su respuesta es que “por razones de seguridad solo pueden viajar 3 personas en el avión”. El mismo agente se reía con cierto sarcasmo mientras me respondía…
En ese momento, ya sábado a última hora, Marcel y los otros dos presos son repatriados a España y yo me quedo solo en la celda durante esa noche y todo el domingo entero, de nuevo sin saber cuando iba a volver a España dada la nula información que recibí. En la noche del domingo, dos nuevos agentes vienen finalmente a buscarme para devolverme al aeropuerto, me esposan de nuevo y en el furgón de camino al aeropuerto me comunican que todo mi equipaje iba a ser facturado automáticamente sin yo poder tocarlo o revisarlo. Les suplico que no lo hicieran dado que mi equipaje de mano contenía equipo delicado (ordenador personal, tarjeta de sonido, discos duros, etc) y que si lo facturaban sin protección era muy probable que se dañara o se rompiera. Su respuesta fue “no podemos hacer nada” y que “esto me pasaba por viajar a los Estados Unidos de América a robarles el trabajo a los estadounidenses”, frase literal. Llegados al aeropuerto, me encierran en el misma habitación en la que habíamos estado el jueves hasta la hora programada del vuelo, momento en el que dos nuevos agentes me escoltan hasta la misma puerta del avión sin ni siquiera entregarme el pasaporte a mí personalmente (fue entregado a la azafata sin que yo no pudiera ni siquiera tocarlo, como si fuera un auténtico delincuente).
En este periodo de tiempo retenidos, el trato de los agentes federales fue vejatorio y denigrante en todo momento, de máximo desprecio hacia nosotros. Sentimos una impotencia total ante esa situación, sin ninguna posibilidad de contacto con el exterior más que una sola llamada y sin ninguna referencia temporal (la falta de reloj hacía que perdiéramos totalmente la noción del tiempo). Fue una experiencia extremadamente desagradable, de mucho desgaste físico y psicológico, y seguramente por esa razón, una vez aterricé en Madrid decidí hacer algo que no suelo hacer: grabar un vídeo-selfie para explicar a la gente que me sigue en la página de Facebook lo que nos había pasado y denunciar el trato desorbitado en relación al “delito” cometido. Con ese vídeo quise también advertir a los demás músicos de nuestro país que tuvieran cuidado, jamás eximir nuestra responsabilidad ni la de mi manager, que en realidad es el encargado de las gestiones logísticas.
Sorprendentemente, ese vídeo se viraliza y empiezo a recibir llamadas, mensajes y correos de todos los grandes medios generalistas de nuestro país que querían aprovechar la historia para alimentar la comidilla de Donald Trump. No solo los medios se interesaron, sino también mucha gente anónima que se despachó a gusto con el vídeo mediante insultos personales, lecciones de ética moral y barbaridades como “estos perroflautas deberían haber sido fusilados”. Ojalá un 1% de esa gente se molestara también en escuchar la música que hago, ¡qué feliz sería!
Pues no, señores, no somos perroflautas, somos músicos profesionales que ni queremos ni podemos sobrevivir única y exclusivamente de lo que generamos en nuestro país y tenemos que asumir ciertos riesgos para poder actuar en el extranjero, sobretodo en el caso de los EEUU. Pero ojo, que esto no solo va de músicos, sino también de doctores, ingenieros, profesores de universidad, deportistas y otros miles de personas que entran a diario en Estados Unidos bajo el paraguas del “business meeting”, “concierto promocional”, “conferencia no remunerada”, “actividad sin ánimo de lucro” u otros eufemismos similares, siempre con el ESTA en mano.
Nos guste o no, esta es la realidad de muchas personas que no pueden o no quieren asumir el coste de un visado de trabajo, incluso en caso de realizar trabajos bien remunerados. Y si éste es el trato que hemos recibido siendo ciudadanos europeos ‘sin visado’, no quiero ni imaginar cómo deben tratar a los inmigrantes latinoamericanos. El señor Donald Trump ganó recientemente las elecciones de los Estados Unidos con un discurso manifiestamente anti-inmigración y ultra-proteccionista amparado por el slogan ‘Make America Great Again’. Esa animadversión hacia todo lo extranjero la vi reflejada en el trato y las formas de los agentes federales que nos prohibieron la entrada al país a Marcel y a mí. El mensaje ha calado, se lo han creído y es muy peligroso… pero eso ya me ha dejado de importar, porque he perdido las ganas de volver a un país donde no soy bienvenido.
*Extraido de Dj Mag Es 076