Hablamos con el polifacético presentador sobre su faceta como experimentador sonoro en clave ambient
Autor: Eduardo Pérez Waasdorp
Fotos del estudio: Carmen Porter
Fotos de Iker Jiménez/Cuarto Milenio: Guillermo León
Era domingo, pasadas las 23h. Estaba viendo, como es habitual, el programa de esa semana de Cuarto Milenio. Soy fiel seguidor milenario desde la primera temporada del programa, emitido hace 15 años, y he seguido la trayectoria de Iker Jiménez en televisión durante todo este tiempo. Iker es un referente para muchos – yo incluido – por su profesionalidad, integridad y pasión a la hora de exponer temas, tengan que ver o no con el misterio. Queda patente lo ocurrido durante el último año y medio de pandemia, un tiempo en el que prácticamente él ha sido el único periodista en España en informar con rigor sobre lo que estaba ocurriendo, contando con científicos y expertos de primer nivel, en debates sesudos y maduros que buscaban eso: informar.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, muchos os preguntaréis ¿qué hace Iker Jiménez en DJ Mag España? Resulta que esa noche de domingo, en el programa nº643, Iker introducía – como es habitual – un reportaje sobre el rarísimo libro titulado Manual del Baratero: Arte de manejar la navaja, el cuchillo y la tijera de los jitanos (1849). Más allá de ser otra pieza de divulgación excelsa, con una ambientación magistral y muy interesante, yo me quedé con la frase que dijo al presentar la pieza: “Esta música yo la he hecho… bueno, estos efectos extraños… y les aseguro que tienen una fórmula mágica que juega con los hemisferios cerebrales”.
Lo que oí durante el reportaje me dejó alucinado. La finura, refinación técnica y, sobre todo, la carga emocional de la pieza, titulada ‘1849’, era tremenda. Y su forma de sonorizar encajando con la pieza visual era perfecta. El tema se puede oír, junto con el resto de su repertorio, en el perfil de Iker en plataformas como Spotify o Apple Music.
Así que me puse a investigar esta faceta, hasta ese momento desconocida para mí, de Iker Jiménez. Y mi sorpresa fue a mayores al oír sus piezas. Cada una diferente, son experimentos sonoros en clave ambient/electronica, con los que busca adentrarse en un mundo que es nuevo para él – a nivel técnico y de producción –, pero en el que tiene mucha experiencia.
Experiencia a nivel de conocimiento musical, de incluso haber investigado y analizado los efectos de la música en las ondas cerebrales, o de los años que ha trabajado entre la radio y la televisión. Este bagaje cuenta. Pero también, y no vamos a negarlo, tener un oído y una creatividad especialmente sensibles. Eso hace que la música de Iker Jiménez tenga un… #Algo. Un toque especial que lleva a sus experimentos sonoros a provocar emociones intensas en quien las escucha, tanto solas como acompañadas de diferentes piezas visuales.
En resumen, la cabeza nos explotó un poco a todos. Y digo “nos” porque he compartido esto con más de un reconocido productor de nuestra escena y la sorpresa ha sido generalizada. Sorpresa por la calidad de las piezas y su potencial a diferentes niveles.
Es por todo esto que decidimos convocar al maestro Iker Jiménez, para que nos cuente de primera mano cómo surge esta faceta en él. También cómo es que tiene esa sensibilidad y gusto por la música electrónica y las experimentaciones sonoras y también cómo se integra todo esto en su día a día, conduciendo programas como Horizonte, Cuarto Milenio o Milenio Live.
“En cuanto me dijiste que queríais entrevistarme, como sé lo que representáis, no hay cosa que me hiciera más ilusión”, abre nuestra entrevista Iker. “A mi me interesa saber, lo entienda o no. Que alguien crea que mi trabajo pueda estar medianamente a la altura de ser emitido, me alucina”, nos comentaba sorprendido. Pero la evidencia de la calidad de su trabajo está ahí, para que todos la escuchen.
Esto es una historia muy reciente para él y reconoce que es una de las que más alegría me han dado en la vida. “Porque, como te decía, la música me acercó al misterio. No soy capaz de desligar todos los temas que me gustan, de la música”. Nos cuenta que no había empezado a experimentar antes, por esa concepción errada de que solo los “músicos” pueden hacer música. “Yo siempre me sentí lejano de la música. Amante de la música, eso sí. He hecho todo en mi vida con música. Siempre trabajo con música, leo con música… soy un melómano en ese aspecto. Siempre me gusta estar acompañado porque sé lo que significa para el espíritu humano la presencia de la música. Pero, ¿qué ocurre? Que evidentemente, como me imagino pasa a muchos del gremio, el hecho de no tener una formación reglada, académica, de solfeo y conservatorio, me hacía pensar que no podía ni explorar”.
Sin embargo, su amigo Cristian Llorente – quien compone algunas de las músicas de Cuarto Milenio – le instó a explorar esta vertiente. “Me dijo: Iker, tienes que probar, porque el simple hecho de sonorizar algunas cosas te va a hacer entrar el gusanillo”. Y lo que no iba a poder creerse es que la tecnología nos permite, incluso a los que no sabemos casi nada, empezar a crear piezas musicales. “¡No me lo podía creer! Para mí ha sido un sueño”.
Y aunque insiste en que no tiene todavía el suficiente conocimiento, sí reconoce que es “hijo de años y años de explorar este código. Tengo la mente llena de esas cosas que he explorado. Y quizá en mis músicas y mis experimentos sonoros está presente todo eso”.
Pero… ¿de donde surge su inclinación hacia la electrónica experimental y el ambient en concreto? Por todos es conocida la predilección de Iker por autores como Jean-Michel Jarre (en esta entrevista llevaba puesta una camiseta de Oxygene), Vangelis, Dead Can Dance, Mike Oldfield, Alan Parsons Project, Tangerine Dream o Pink Floyd (cuyo ‘Shine On Your Crazy Diamond’ es la sintonía que suena de fondo en todas sus reflexiones finales en Cuarto Milenio)… “Bueno, te habla alguien que ha hecho un uso constante de la música electrónica a lo largo de su carrera. Iker Jiménez es quien es, aunque la gente no lo sepa, en parte por la música electrónica. Desde muy pequeño, precisamente influenciado por la televisión de los años 70 que ya empezaba a usar el sintetizador (tanto en cabeceras como en fondos de muchos reportajes), me empecé a impregnar de algunos temas. Luego, cuando fui tendiendo hacia el misterio, eran muy adecuados para la música atmosférica o ambient, que a mí es la que me gusta”.
Para Iker, como periodista y divulgador, la música es clave para que el medio entre en el corazón y la mente de la gente. “Creo que el gran poder de la música, que es lo más cercano a la magia dentro del arte, es ser capaz de conmovernos por dentro de una forma muy especial. A mí eso me pasó de niño. Lo que no hubiera imaginado es siquiera poder experimentar”, recalca.
Iker ha estado toda la vida usando la música electrónica en sus trabajos, bien sea en radio o televisión. “Considero que la música electrónica, sobre todo en la industria audiovisual, es de una importancia crucial, básica. Cualquier relato varía absolutamente según la música que tu emplees, los recursos de efectos que se empleen. A mi eso me parece absolutamente mágico”.
Progresivamente fueron algunos amigos e integrantes de su equipo quienes le dijeron: “lánzate, si no pasa nada”. Y lo que no podía creerse era que iba a acabar pudiendo sonorizar algunas cosas de los programas. “Para un aprendiz como yo es una satisfacción difícilmente explicable. Ha sido uno de los grandes hallazgos de mi vida: poder hacer música. Poder manejar atmosferas y hacer pequeñas cosas, pero que para mí son mucho”. Estos profesionales le mostraron un camino y le hicieron darse cuenta de que hay miles de personas en el mundo generando música y que tampoco tienen una formación estricta. Pero tienen una sensibilidad, un sentido del ritmo… “No me considero un intruso, sino un aprendiz de una tecnología que nos ha permitido tener algo que antes te hubieras tenido que ir a Londres, en tu casa”.
Metiéndonos de lleno en su música y en su proceso ¿cómo es el estudio de Iker Jiménez? “Primero, yo soy un aprendiz. Yo en mi vida no he hecho otra cosa que aprender de los que saben. Donde estoy es el estudio que me monté. Milenio Live, que es la experiencia que hacemos en YouTube, requería de este espacio y me dejé un pastón (risas) en ponerme una mesa. También tengo Maschine. Ahí me ayudó Manolo (Rodríguez), de SonoRec, me dijo más o menos qué aparatos debía comprarme: fue componiendo las tarjetas de sonido, la mesa de mezclas, me recomendó un teclado para empezar a explorar. Y mi amigo Cristian me empezó a hablar de lo que era Kontakt, Omnisphere, plugins y las posibilidades enormes de programas que existen. También Arturia, que tiene cosas vintage muy chulas, de sonidos de sintetizador”, nos cuenta, reiterando su incredulidad al poder tocar y jugar con instrumentos que grandes como Jarre han utilizado en laureados trabajos como ‘Equinoxe III’. “Puede parecer muy ingenuo, pero estaba flipando. La música electrónica está llena de gente valiente que se ha lanzado a generar cosas, imagino que también con mucha polémica. Yo me sorprendí y empecé a ver a DJs – de los que yo no conocía bien su trabajo – y me quedaba diciendo: y lo que esta gente está haciendo, es espectáculo, ¿sabes?”, reflexiona.
“Entonces me construí esto – que era para otra cosa – y aquí me puse yo mi teclado, con mis auriculares, y empecé a generar con las dos pantallas que tengo aquí”, nos cuenta. Con esto no hace más que corroborar que todo lo que oímos en su repertorio es fruto de su mente autodidacta e inquieta. De hecho, se lo preguntamos directamente: ¿Ha estudiado algo de esto? Porque su tratamiento de elementos como armonías y voces es especialmente fino. “No, no lo he estudiado. Me dijo un día el Dr. (José) Cabrera una frase: la infancia es el patio donde jugamos toda la vida. A mi me impactaron todas esas músicas, yo soñaba con reproducirlas. En el año 90, con 17 años, en una radio de pueblo, Radio Alameda, lo primero que hice en mi vida en la radio fue poner Oxygene 4 y luego Oxygene 6”, nos cuenta emocionado.
“Mi bagaje es 30 años experimentando cómo las emociones musicales afectan al cerebro humano – porque lo sé muy bien –. Eso igual no lo hace mucha gente. Yo no puedo equipararme a alguien que haga música, de pronto que haga una buena secuenciación. Pero yo lo que voy es a otra música, que es más rara y que igual no gusta a todo el mundo”, reconoce.
Pero es que a pesar de no tener esa formación reglada o experiencia previa, Iker posee otros conocimientos que hacen que su música tenga algo especial. Tal y como nos contaba, se ha documentado extensamente sobre los efectos de las ondas musicales en el cerebro: “Hay un libro del neurólogo Oliver Sacks que se llama Musicofilia (2007), y es uno de los primeros que habla un poco de los cambios neuronales que produce la música. Hay muchos músicos que no lo saben y deberían saberlo”, comenta. Por eso la euforia, por eso la tristeza, la emoción, pero no llevado las ventas o el éxito. Hablamos a nivel neuronal. “Plásticamente, la neurona está replegándose, extendiéndose – por definirlo de alguna forma –, irradiando más con un tipo de música u otra. ¿Por qué cuando oigo a Jean-Michel Jarre, a mí por lo menos, me viene la imagen de lo que es el misterio del espacio?”. Según explica Sacks, el cerebro, en ese momento, físicamente, está reaccionando a una serie de códigos que existen y no se conocen muy bien. ¿Porqué esto produce una tremenda angustia? ¿Porqué esta enorme emoción? ¿Porqué esto hace concentrar la atención? “Yo siempre he procurado con mis experimentos, con toda la humildad del mundo, experimentar con eso”.
Su experimentación, sin embargo, no es de las simples. En mis charlas con diferentes amigos productores hemos hablado de las separaciones armónicas, cruzar líneas instrumentales diferentes, el nivel orquestal de su música. Aunque una de las cosas que más nos sorprendió es su afinación de las voces, en tracks como ‘Wincha’ o ‘Iberum’. ¿Cómo llega a esos detalles? “Yo me aprovecho de la tecnología. Yo soy hijo de la democratización de la tecnología. Lo que si me doy cuenta es que estoy eligiendo y experimentando hasta que veo que es exactamente lo que a mí me produce esa emoción”. Y continúa: “No sé cómo explicarlo. Es la música que a mi me gustaría vivir y que he soñado siempre con hacer. La que yo pondría, la que me acompañaría en mis viajes, la que yo tendría en la carretera solitaria”. Nos cuenta la anécdota de estar parado en el Puerto del Escudo (Luena, Cantabria), con lagrimas casi, oyendo un track de Mike Oldfield, en su opinión poco reconocido: ‘Return to Ommadawn’. “Esa hipersensibilidad yo la tengo”, reconoce y sentencia: “No sé lo que es éxito o lo que no, me da igual. Yo soy un explorador de la sensibilidad humana y de las ondas cerebrales. Ha sido siempre mi material de trabajo”. Él no ha llegado a la música desde el academicismo ni el virtuosismo. Y de pronto se he dado cuenta de que era capaz de incluso emocionar a la gente.
Emocionar en todos los sentidos, tanto en emociones positivas, como inquietantes. Tracks como ‘Psikophon’ o ‘Black Clown’ nos puso los pelos de punta, llegando incluso al nivel de tener que detener la escucha. Evidentemente, son experimentos sonoros que no se pondrían en pista de baile pero que sirven para otros propósitos. “Cuando encaja, yo sé que ha encajado. Esto fue lo que pasó con ‘Black Clown’, no es una pista para oír sin más”. De hecho, es una pista sonora creada para una exposición que hizo Cuarto Milenio, sobre el miedo a través del tiempo, en Madrid. “Esa fue la primera vez que le eché bemoles y dije yo voy a hacer la música para que la gente vea las piezas. ¡Una maravilla para experimentar! Había una zona que hicimos para este experimento en el que la gente de verdad se aterrorizaba. ¿Te imaginas que zona? La de ‘Black Clown’, que trataba sobre la coulrofobia o miedo a los payasos”.
Pero Iker también tiene otro lado. Como el que demuestra en ‘Wincha’, que en según qué pista de baile puede encajar perfectamente. “Me das una alegría, porque me encantaría poder hacer experimentos de ese tipo”, nos comenta. Y nos explica que ‘Wincha’ nace con motivo de unos podcast especiales, de los que uno era sobre los huaqueros en Perú. Un tema que había vivido de estar con los ladrones de tumbas y en el sitio de las momias sin cabeza. Entonces, ¿cuál es el proceso? “Yo me acuerdo de todo eso y visualizo las imágenes. En esa música, en la elección de esas voces, en cómo deformo yo esas voces hasta que suenan así, es porque yo recuerdo algo de lo que me inspira esa investigación”, recalca.
Y ¿cómo definiría su propia música? “Yo definiría mi música como onírica, es decir, una música como del sueño, rara, que toca las emociones y nace del misterio. No nace de ninguna pretensión de éxito o de funcionar. Sino que nace como hija del misterio”.
Además de esto, está su tratamiento de los silencios y de la percusión. Como todo buen compositor de ambient, la percusión en las músicas de Iker está casi ausente y cuando lo usa, está tratado de una forma muy fina. Básicamente, no es un elemento central en su composición. “Es algo totalmente intuitivo”, reconoce. Y se compara con un pintor que tiene una paleta de sonidos y que visualiza lo que quiere expresar. “Me decía Roberto Lloreda, que ha trabajado en la música electrónica, que hay como unos patrones lógicos. Me enseñó FL Studio, que decía que me vendría bien porque es más sencillo. Y había una serie de patrones en los bombos, etc., pero no los acababa de pillar”. Para él, esto se trata de que surja “ese duende. Cuando yo me imaginaba a un niño, perdido ahí en el limbo, era porque ¡cuántas veces he estado yo en esas carreteras, o he preguntado a gente, que por asombroso o increíble que parezca, habían dicho que en el punto kilométrico 131 en la carretera tal un niño se aparecía… ¿Qué me inspira eso?”, seguido de una búsqueda inmediata de fondos, de sintetizadores, de ambientes. “¿Qué elemento percusivo metes ahí? En ‘Wincha’, cuando lo meto, es porque creo de verdad que esto tiene que estar ahí, porque le da ese empuje un poco tribal o rítmico, que en este caso funciona”. Para él ejercer la música es como un acto chamánico. “La música es chamánica”, sentencia.
Ahí entra un poco la figura del DJ. El DJ es como un chamán que guía a su público. Iker, que viene de la radio, ¿se ha planteado experimentar alguna vez con mezclar música? “No, pero estoy seguro de que funcionaría. Porque a mi me gustan las cosas más rítmicas también. Lo que pasa es que no tengo todavía la capacidad de enfrentarme a retos de ese tipo”, reconoce. El ambient, dice, le permite ser un poco más experimental. “Yo no gano dinero con esto, no pretendo nada con esto. Lo que quiero es aprender de mi mismo y de las capacidades de la música. Para mi siempre ha sido un gran misterio, ¡qué maravilla poder tocarla, moldearla!”, concluye.
“Yo sé que hay todo un mundo donde hay gente que te ayuda a producir y que todo suene mejor. Pero a mi no me interesa, porque este es un camino de locura personal”, dice Iker con firmeza, comentando que ciertos amigos le han dicho que con su nombre y con esta música “tan rara” que produce, si se deriva al techno o la electrónica pura y dura, la gente va a sorprenderse mucho. “Habrá gente que diga: va, este es el típico famoso que se pone a hacer el tonto y le hacen la canción. Como quien te hace un libro. Es algo que no me he permitido en la vida”, anticipa Iker. “Como has visto, esto es un camino absolutamente personal y esto es algo que la gente que entienda de música se dará cuenta. Yo no sigo un patrón para agradar tampoco, sino que la música está basada en la experimentación”, concluye.
Para él esto es un viaje chamánico con la música y tiene ganas de hacer algo que vaya más allá de su estudio. “Mi jefe de imagen ha hecho una figura de un extraterrestre que yo le llamaba Astromind, por astronauta de la mente”. Y nos invita a imaginar su música en un escenario, con visuales y un espectáculo como los que monta Jean-Michel Jarre… “O como hacen los DJs, que yo no conocía. Gente como Deadmau5, (Boris) Brejcha, Avicii… He descubierto a gente que monta un espectáculo que me parece brutal. Yo mismo me he quedado diciendo: estos tíos, ¿quiénes son?”, comenta ante nuestra sorpresa. “Me quedan cosas por aprender. Pero te digo que quiero proporcionar a la gente un viaje a la mente, a la antigüedad, al misterio y al espacio”, nos cuenta.
¿Iker Jimenez aka Astromind? Dadlo por hecho. Aún así, su único objetivo es el de aprender y seguir disfrutando con la música. Música que le ha ayudado tremendamente esta pandemia: “Soy muy futbolero, de jugarlo, y estaba muy jodido por no poder hacerlo. Además con todo el trabajo que hemos tenido, tenía el cerebro fundido. La música ha sido mi salvación”, responde con entusiasmo. “Es un aprendizaje a lo bravo y me lío todavía. Yo antes trabajaba con Pro Tools – aunque no era lo más adecuado – porque era con el que trabajaba yo”, recuerda. Pero en seguida vio la facilidad y cuando empezó a ver la capacidad que se tiene de mover plásticamente el sonido, se quedó alucinado ante el mundo que se le ha abierto con otras herramientas. “Yo tengo casi 50 años y he de decir que se te venga una sorpresa así de grande con casi medio siglo es maravilloso. Nunca lo hubiera soñado”, concluye.
En cuanto a nuestro sector, Iker cree que va a volver a haber un impulso bueno. “En el aspecto de eventos, yo tengo la impresión de que la necesidad de la gente de volver a vivir experiencias va a ser brutal”, reconoce. “Me emociona porque yo quiero hacer alguna cosa en este tipo de clima musical”.
Iker también nos habla de #Algo, su último y más personal proyecto. Ya se ha emitido su primera entrega y además de ser una reflexión interna por su parte, también ha sido un escaparate importante para sus nuevas creaciones musicales. “Esta serie que voy a hacer, que se llama #Algo, me interesa mucho porque es una introspección sobre mis propias creencias desde niño. Voy a hacer unos capítulos para YouTube y quiero hacer una banda sonora que esté a la altura del niño que se encuentra con el misterio infinito del espacio, los OVNIS, y le cambia la vida”, nos cuenta.
En un mundo tan competitivo y donde todo se hace habitualmente con un fin, encontrarnos con una relación con la música tan pura como la de Iker Jiménez es un soplo de aire fresco. Quizá estemos ante el despertar de una gran mente musical escondida, durante muchos años, tras el disfraz de sesudo periodista, divulgador y maestro del misterio. Y aunque nosotros estamos seguros de que sí, eso lo dejamos a la interpretación de cada uno de vosotros, invitándoos a escuchar la música de Iker en sus perfiles de Apple Music o Spotify (a los que podéis acceder escaneando el QR). Mientras tanto Iker sigue describiendo su idilio musical con el ejemplo del pintor que pinta para si mismo. “Que luego vengan expertos o gente que sabe y digan: ‘oye, hay cosas interesantes’, me deja asombrado”, comenta. “No sé si es la envoltura o el ambiente. No sé. Tampoco persigo eso”. Bueno, yo creo que sin perseguirlo, lo ha encontrado.
*Escucha la música de Iker Jiménez en Spotify