Fernando Fuentes opina sobre el paso de Laurent Garnier por Sónar Festival.
Cierto es que el set de 7 horas, ¿o fueron 7 días?- de Laurent Garnier ha sido de lo más celebrado, con justicia o no, en el reciente Sónar de este 2016, que sumaba su exitosa y potente vigésimo tercera edición y que ha atraído a más de 115.000 almas. También que esto pone en peligro al establishment de todos los festivales del planeta -incluido el del propio Sónar– ya que ahora ya se sabe, a ciencia cierta, que solo hay que contratar al maestro galo del mejor techno de ayer, ahora y siempre, para que pinche más de 60 temarrales seguidos, para que la gente se vaya contenta a casa. ¿Se imaginan un Dreambeach, Electrosplash o un 4every1 con Garnier solo -como la una- en lo más alto del cartel y sin nadie debajo, ni más artistas a los lados…? Claro que no, pero el asunto merece una reflexión.
De la extensa y variopinta oferta sabatina y nocturna hubo varios miles de sonareños que pasaron de todo, así olímpicamente, para zamparse, y bailar hasta caer casi rendidos, el maxi-set del maestro francés. A todo ellos se la sudó (con perdón) el resto de programación repartida en los diferentes escenarios, situados en los enormes hangares de La Fira, que acogía a numerosos artistas -oriundos y foráneos- de todos los estilos, pelajes y cachés. Algunos rezaban públicamente que “no iban más que a lo de Garnier” y así lo expresaban previamente en sus redes sociales, Twitter o lo que fuere. ¿Fueron ellos un mal público para el Sónar? ¿Hubieran ido al festival, pagando lo mismo pastizal, solo por ver a Garnier? ¿Se demuestra así, que con solo una propuesta musical de esta entidad y envergadura, sobra todo lo demás por muy avant que sea? ¿Se acabarán, pronto y para siempre, estos line-ups mastodónticos -y engordados con clembuterol- ante los que la mayoría del personal no atina ni a ver, y menos bailar, al 10% del mismo y eso que lo está pagando con lo que le ha costado su entrada? ¿Por qué un tipo, que solo fue a ver a Garnier, tuvo que amoquinar parte del caché de los bolos de New Order, Howling o Paco Osuna, entre otros muchos? ¿Es el ya famoso “set de 7 horas de Laurent Garnier en el Sonar 2016″ el comienzo del pinchazo final a una burbuja festivalera electrónica que se nos ha ido completamente de la manos?
En la vertiente más hater hay quien ataca al Sónar por haber programado a Monsieur Garnier, como cabeza de cartel, en un festival autodefinido como de “música avanzada” cuando -dicen con mucha mala baba- él ya solo es avanzado en edad. Otros señalan que lo malo no es el XXL formato de su sesión de este 2016, sino que el mismo artista repite cada año. Algunos lo meten en el mismo saco que a Fatboy Slim -!uis, no por Belcebú!- y denuncian que ambos ya no tienen nada que ofrecer nuevo a la escena. Los más observadores acuden a que el track-list de su sesión –publicado por playmoss.com– es de lo menos novedoso que se recuerda por estos lares -los más críticos lo tildan de “bochornoso”- y que, a todos esos miles que disfrutaron de su selección musical e impoluta forma de mezclarla, hubieran progresado más -en su afán sempiterno de vanguardia- escuchando a Bicep y a Jackmaster, que actuaron a la misma hora.
En fin, hay opiniones como todos los gustos y todas deben de ser respetadas. Yo celebro que en un festival como Sónar, en el que hay de todo bueno y mucho, exista siempre un rincón para disfrutar de un tipo, como Laurent Garnier, pinchando viejos vinilos, durante muchas horas, para el deleite de los que piensan que no hay mejor forma de avanzar que mirar atrás con respeto y sin ira.
PD: ¿Cuánto se embolsó, el considerado por muchos como “mejor dj de la historia”, por pinchar casi 7 horazas seguidas, como hacía en sus comienzos en las raves inglesas, en la que en muchas ocasiones se le amoquinaba con sandwiches de col y rulas de las de antes (de las que molaban y engordaban)?
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Texto: Fernado Fuentes