Arrancamos el 2023 con NiZ escribiendo acerca de cómo las redes sociales afectan en la música y cómo podemos evitar que nos lleven por un mal camino
Autora: NiZ
Las redes sociales llegaron para quedarse y, de paso, para cambiarnos la vida. Han modificado nuestra manera de hacer las cosas, de compartir nuestros momentos, de mostrar nuestras preferencias y expresar los desagrados, pero sobre todo, han cambiado radicalmente nuestra forma de relacionarnos. Y esa transformación ha sido especialmente salvaje en la vida de las y los artistas de cualquier disciplina.
Si echamos la vista atrás, en los 90 y principios de los 00, justo antes de la aparición de las redes sociales, lxs DJs y productorxs de todo el mundo eran seres extraños, que trabajaban a la sombra de los focos, sin apenas repercusión mediática. Veneradxs por una masa de fans que se limitaba a los asistentes a los clubs que frecuentaban y profesionales de la música electrónica que seguían su carrera más de cerca que el resto. Las cabinas estaban escondidas, la gente bailaba sin mirar un punto central de la sala, el amor se expresaba mediante manos arriba y caras de éxtasis y las críticas eran silenciosas y en petit comité.
Con la aparición de las redes sociales y la explosión de la escena comercial, el/la DJ sale del anonimato del club para devenir en figura pública. Artistas como David Guetta, Avicii o Tiësto contribuyeron a que se profesionalizara la escena convirtiendo al/la DJ en una estrella de rock. No entraré en analizar los beneficios o perjuicios que ha supuesto este movimiento hacia los focos, porque ese es otro artículo. Mejor quedémonos con la megaexposición repentina que suponen las redes sociales para artistas de todo el mundo, que ya no solo cuentan con sus fans a pie de cabina, sino que generan comunidades virtuales internacionales con contacto pseudo directo diariamente.
LOVE…
La profunda transformación social y artística que han supuesto las redes sociales es innegable. El alcance de la obra traspasa fronteras sin que lxs artistas tengan que salir del estudio; el feedback respecto al trabajo se vuelve inmediato y masivo; el cariño de lxs seguidorxs, la motivación y el aliento a un solo click, impagables (aunque también adictivos y contraproducentes); y el vínculo que se construye con las comunidades alcanza una dimensión desconocida; en ocasiones, no buscada y no del todo agradable.
Negar el poder de las redes sociales como plataforma de difusión, como mecanismo de promoción, como sistema de comunicación, en definitiva, como nueva herramienta de trabajo, es querer vivir en otra época y no haber entendido nada de lo acontecido en los últimos años. Redes como Youtube o Instagram han supuesto una absoluta revolución para los artistas emergentes, para los procesos de trabajo, para conectar artistas de todo el mundo o, por qué no decirlo, para consolidar y convertir en millonarias las carreras de lxs más veteranxs. Pero estas mismas redes también han emergido como un pozo sin fondo de resentimiento, envidia, celos y un odio creciente que empieza a ser preocupante.
HATE…
El hate en redes no es un problema única y exclusivamente de profesionales de la música. Lo sufren a diario lxs artistas que exponen su obra, del carácter que sea, en las diferentes plataformas digitales. La democratización de la opinión que ha supuesto internet sumada a la supuesta protección que otorga el anonimato de hacerlo tras una pantalla, han convertido la sección de comentarios de cualquier red en un patio de instituto hostil, desalmado y cruel. Y esto ocurre por varios motivos.
El primero de ellos es el falso vínculo que generan las redes sociales. Antaño sabíamos de nuestrxs artistas favoritos por revistas, entrevistas de radio o televisión y actuaciones en directo. Consumir diariamente pedacitos de la vida de nuestros ídolos, genera una falsa sensación de amistad que nos otorga el supuesto derecho a opinar sobre sus decisiones vitales y profesionales. Nos creemos más cerca de lo que estamos, lxs consideramos de la familia y, en el caso de las mujeres, incluso potenciales parejas (más adelante profundizaremos en esto). La lógica que sigue el/la fan que se convierte en hater por este motivo es la siguiente: somos amigos, deberías escuchar lo que tengo que decir, no me haces caso, me decepcionas, me enfado, odio todo lo que haces, te insulto.
El segundo motivo para que el odio en redes no deje de crecer es la falsa sensación de propiedad. Es decir, pensar que por haber “contribuido” al éxito del/a artista, el/a fan tiene potestad para determinar qué debería hacer y cómo. O lo que es lo mismo, que las expectativas que se han generado a través de lo compartido en redes no coincidan con lo que el/a seguidor/a recibe o cree recibir (subjetividad al poder). Esto es: yo te he puesto donde estás hoy, me debes parte de tu éxito, pero no estás respondiendo a lo que yo creo que deberías hacer, no me gusta lo que haces, te lo digo abiertamente y, por tanto, deberías cambiar por mí, ¿no lo haces?, te odio y te insulto.
El tercer motivo, y para mí el más preocupante, es la frustración imparable que impregna nuestras sociedades occidentales. Vivimos atormentados por la perfección, la autoexigencia y la autoexplotación (que en el caso de lxs autónomxs roza lo insano). Pero muchas veces solo compartimos los logros, los resultados, y no el proceso completo, con todo el trabajo, sufrimiento y dedicación que hay detrás de cada pequeño paso. En ocasiones, esta elipsis temporal genera una sensación ilusoria de que el éxito cae del cielo como por arte de magia. La competitividad, la constante comparación y la precariedad en la que nos ahogamos, hacen que a veces las personas que no consiguen que su obra sea valorada por la audiencia necesiten desacreditar a lxs que sí lo han logrado, por mera supervivencia, para no hundirse en la frustración y la ira. En este caso, la lógica es la siguiente: yo sé lo que me esfuerzo y no consigo resultados, no veo que tú te esfuerces lo mismo, no mereces lo que tienes, me lleno de rabia, desacredito tu trabajo para sentirme mejor, te odio profundamente por tener lo que me pertenece, te insulto.
Este último caso es el que más tristeza me provoca. Por lo que he podido observar en estos años, en muchos casos los comentarios tóxicos en los streamings o en las publicaciones en redes de diferentes artistas están hechos por otrxs DJs y productorxs de menor repercusión mediática. Por otro lado, en el sector más purista de la electrónica, el éxito comercial no se perdona. Si te va bien entre la masa es que la calidad de tu trabajo ha bajado. Si ya no le gustas solo a cuatro gatos, es que te has vendido. De nuevo, frustración.
En el caso de las mujeres, el odio, la crítica no constructiva y el juicio desmedido en cualquier red social alcanza otro nivel. Un motivo extra para recibir hate en redes es ser artista mujer, así de sencillo. Los acercamientos tóxicos hacia una mujer en el mundo de la música pueden ser de dos tipos: paternalistas (deja que te enseñe cómo se hace) o machistas (quiero acostarme contigo). Ambos desembocan en el mismo tipo de odio: no te dejas tutorizar/no quieres acostarte conmigo, eres una creída/una lista, te odio porque no puedo tenerte bajo mi tutela/bajo mis sábanas. A la ecuación machista vamos a añadir la imagen que proyecte una artista mujer y un juicio al respecto multiplicado x 1000, en comparación con el que sufren los hombres. En la sección de comentarios de DJs y productoras de todo el mundo podemos encontrar cantidad de ejemplos: qué sexy eres, qué guapa, cásate conmigo, cómo me gusta esta mujer… Pocas veces se alaba la técnica, el criterio o el buen hacer. Pero ojo con pasarte de “guapa” porque entonces los más puristas/frustrados (y lo voy a dejarlo en masculino, porque sí, suelen ser hombres) intentarán desacreditar tu trabajo por todos los medios. En general, en la vida, a las mujeres no se nos permite ser inteligentes y atractivas simultáneamente; en redes, y en el mudo de la música, mucho menos. Si eres “mona” y/o “vas de mona”, seguro que eres una inútil y estás donde estás por tu físico. Machismo o paternalismo, elija su propia aventura.
La hipersexualización de la sociedad, junto con la falsa sensación de haber construido un vínculo con la artista (comentado líneas más arriba), propicia que muchos de los comentarios que recibimos las artistas femeninas sean de carácter estético y con un propósito sexual. Y, por supuesto, en este caso la lógica que opera es la siguiente: me encanta lo que haces, qué guapa eres, quiero ligar contigo, no me haces caso, eres fea y no me gusta lo que haces, te odio y voy a dejar bien claro que estás donde estás por ser atractiva.
Sea cual sea el motivo por el cual las redes sociales rebosan cada vez más odio impune, debemos parar la sangría. Estamos permitiendo y fomentando entre todos que nuestras comunidades virtuales se conviertan en uno de los principales azotes para la salud mental del sector (y, por supuesto, para el global de la sociedad). Tenemos entre manos nuevas y provechosísimas herramientas de comunicación que pueden ayudarnos sobremanera tanto en la difusión de nuestro arte como en la construcción de una comunidad musical sana donde compartir, cooperar y apoyarnos. En lugar de eso, estamos dejando que la envidia, las comparaciones y la falta de escrúpulos tomen el control de nuestra vida online, sin pensar que puede tener consecuencias graves y muy tangibles en la carrera de lxs profesionales, en su autoestima y en su estabilidad emocional y mental.
Mi humilde consejo, el cual intento poner en práctica cada día, es comunicar desde la empatía y el respeto y no desde la ira y la frustración. Creo que las claves para conseguirlo son claras, sencillas y de fácil implementación.
- Pensar siempre antes de comentar. ¿Aporta algo relevante mi comentario? ¿Está directamente ligado al trabajo del/a artista? ¿Me gustaría leerlo en mi sección de comentarios? ¿Se lo haría a alguien de mi familia? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es NO, mejor ahorrárselo.
- Entender que el mundo virtual es eso, virtual. Tanto si eres seguidor/a como si eres artista, lo mejor que te puede pasar es entender que la vida online no es la vida real, para lo bueno y para lo malo. Alejarnos emocionalmente, tomarnos descansos de las redes y coger perspectiva tocando tierra es altamente recomendable.
- Dejar de expresar tanto lo que NO nos gusta. Es decir, si hay alguien que sigues y no te gusta, deja de seguirlo. Si ha hecho algo que no se corresponde con lo que esperabas, no compres su música o no vayas a sus actuaciones. Si crees que tú lo harías mejor, demuéstralo; si no te pregunta directamente, no le digas nada, no le interesa tu carrera, sino la suya; si te parece injusto el mundo de la música, haz algo por cambiarlo. Y no se trata de hacer la pelota todo el tiempo ni de estar constantemente alabando a lxs artistas que seguimos, pero si la crítica no es constructiva y demandada, solo sirve para hacer daño.
- Entender que existen realidades diferentes a la nuestra y podemos no estar de acuerdo. Feminismo, veganismo, activismo LGTBIQ+, medio ambiente… Son muchxs lxs artistas que sufren acoso diario en redes por expresar públicamente opiniones de corte ideológico. Podemos no estar de acuerdo y podemos entrar en debate si así nos lo pide la circunstancia, pero hagámoslo siempre desde el respeto y defendiendo nuestra postura con argumentos y no con insultos baratos y huecos de significado. Una cosa es atacar ideas y otra muy distinta, atacar personas.
- No contestar, bloquear y/o restringir a usuarixs que acosan sistemáticamente son medidas extremas que podemos tomar en caso de vernos sobrepasadxs por el asedio. La educación debería ser la medida clave para erradicar el odio injustificado, pero ponerle barreras es otra forma de garantizar la salud mental de todxs. Intentemos no entrar al trapo y cortar los problemas de raíz.
- Dejar de compararnos con todo el mundo. Las redes sociales han fomentado que pasemos el día angustiadxs por ver si tenemos más o menos bolos que el resto, por si le dedicamos más o menos horas al estudio, por si los temas de lxs demás salen en tal o cual sello, por si tenemos más seguidores, por si sus eventos estuvieron más llenos que los nuestros, quién pincha más duro, más rápido, quién es más extremo o levanta más la pista… Lo único importante aquí es estar haciendo las cosas en coherencia con nuestra esencia y disfrutar el proceso. Si es así, el camino de los demás debería darnos igual.
- Y, por último, y no menos importante, la clave para erradicar el odio en redes sociales es pensar que, aunque internet nos haya dotado a todos de un megáfono para expresarnos, quizás nuestra opinión no sea tan importante. Nada de lo que podamos decir es tan relevante como para que otra persona tenga que sufrir por ello.
Si trabajamos colectivamente de forma consciente para conseguir unas redes sociales en las que lo importante sea la obra y no la forma en que se muestra; lo valorable, la creatividad de lxs artistas y no su imagen o sus opiniones; y el objetivo construir escena y no todo lo que la rodea, entonces y solo entonces conseguiremos comunidades virtuales sanas, llenas de cooperación, de buen trabajo, apoyo, buena energía… pero, sobre todo, DE AMOR, de amor por la música, que al final es lo que nos une de verdad a todxs.
¡Sed buenos!
With Love, NiZ.