RAVING
Sumergirse en el continuum de la rave desde las palabras
Autora: Helena Bricio
Hace casi una década que escribo mis salidas nocturnas, que a su vez se han convertido en salidas diurnas, que a su vez se han convertido en días saliendo y entrando, y días entrando y saliendo. Cuando soy capaz de abstraerme y me veo entre la gente, en medio de la pista de baile y noto la disociación del momento, la sensación de gancho con el suelo y la música que un compañero de salidas que tuve denominó la dinámica, pienso en lo difícil que me va a resultar ponerle palabras a lo que está pasando a mi alrededor y por dentro de mi cuerpo.
Siempre me pasa cuando tengo que escribir una crónica, me cuesta pensar por dónde quiero empezar, qué es exactamente lo que quiero contar y cómo voy a contar algo que normalmente se experimenta tanto. Supongo que es lo que pasa cuando se intenta describir algo tan abstracto como la música y tan subjetivo como experimentar una rave. Tenía ganas de ver cómo McKenzie Wark lo hacía en ‘Raving’, que describe prácticas colaborativas que tienen lugar bajo el abrigo de la noche, en ambientes temporarios, artificiales, en un tiempo lateral fuera de la historia. Un libro que nos relata la autoficción y realidades de una raver trans que forma parte del continuum de las raves de Brooklyn.
La lectura disemina las experiencias de Wark, pero también nos aporta un entendimiento teórico-práctico de lo que suponen las raves para los cuerpos que no se encasillan en lo que los cánones normativos establecen. A todas nos pasa, como bien relata Wark, las raves nos permiten “liberarnos de un mundo que nos odia, no nos respeta, no nos entiende” y que además nos ofrece un espacio que “es mejor que el mundo exterior.” Zambullirse entre sus páginas es formar parte también del hilo de recuerdos y de lo perenne de las raves, de ese continuum que permea tanto en quien escribe como en quien lee. Es complicado explicar qué es el continuum si no has estado en una rave y, más bien, si no has repetido la experiencia. Creo que cualquiera que haya repetido puede entender el tiempo horizontal al que se refiere Wark en el libro. Las horas no existen entendidas como fracciones de 60 minutos, el día se hace de noche y la noche puede sentirse como el día, y la nave nodriza que cruza y se mantiene en esta dirección es la música que se esté tocando en cabina.
Un viaje que nos permite estar presentes a la vez que nos disociamos o nos alienamos, bien empujadas por nuestra propia voluntad o bien empujadas por lo que Wark denomina el estado de xeno-euforia, un estado alterado por aquellos agentes internos y externos que cohabitan y que transmutan nuestra experiencia. Como ella misma dice en el libro, ese estado de xeno-euforia nos hace sentir libres, nos conecta y desconecta a la vez: “el techno saca a golpes toda la mierda que habita en mi cerebro, liberándolo de preocupaciones irritantes sobre emails no enviados. el daño físico de ciertos tipos de trabajo cognitivo y afectivo puede ser temporariamente reparado en la pista.” Supongo que yo también he deambulado en el continuum del daño físico. A mi entrar en dinámica me disocia y a la vez me ayuda a afrontar mi realidad, una retirada para sentir que mi yo vuelve en algún momento. Coincido con Wark en que a veces no eliges tu misma cuando volver, ni cuándo irte.
Hemos bailado muchos ritmos en el tiempo-k, otro de los conceptos que Wark nos introduce para poder entender su viaje, hemos sentido la experiencia casi orgásmica del acid, como un encuentro maquinal y sexual y la experiencia corporal del house, o incluso de los temas de los 80, que a alguien de la edad de Wark le conecta en su tiempo-k con unas vivencias del continuum con las que yo no puedo identificarme. Leo “mi cuerpo baila cualquier cosa” y me viene un flashback de una rave en un espacio industrial en medio de la nada en la que estuve en Reino Unido en la que terminamos bailando The Cure después de escuchar una música que no encontraríamos ni en lo más deep de la categorización estilística de Bandcamp.
No hay nada que nos guste menos a Wark y a mi que no poder bailar porque nos están explicando como un sonido no encaja con otro y no sabemos cómo detener esa conversación, o si quien está en cabina está usando más veces el botón de sync o no. A veces ni siquiera miro porque me interesa mirar a mi alrededor, sentir la conexión energética de quienes comparten pista conmigo, pero hemos tenido que aprender que en la mayoría de las raves “los varones cis hetero no pueden bailar sin este tipo de autoconciencia. no pueden dejarse llevar por el beat. no pueden disociarse de su masculinidad.“ No se despojan, no viajan, no viven la rave como una práctica continua de cuidados e intercambio – enhorabuena a quienes sí lo consigan y sé que nos cruzaremos en algún momento.
En Raving también se pone en valor lo increíble de las conexiones humanas del continuum de la rave, amistades (a priori) efímeras que pertenecen a lo que Wark denomina el diagrama queer de las raves y que te sigues encontrando después de una década en la pista. A veces incluso se convierte en tu pequeño núcleo con el que más cómoda te sientes cuando vas a una rave. Porque siempre hay un momento en el que la barrera del “salir sola” se rompe y te das cuenta de que en realidad no estás sola… Aunque si lo estás. Las raves también nos permiten redescubrir la ciudad y encontrar una textura especial a ese espacio basura que ignoramos, nos conectamos en la pista para poder desconectar. Wark menciona el estar online para encontrar lo offline, porque lo clandestino siempre es offline pero la información siempre se encuentra online.
Todo ello tiene relación también con el cambio de disposición de las ciudades. Las noches nos organizan de tal forma que termina afectando cómo una ciudad se dispone, qué tipo de perfiles frecuentan una zona o cómo los negocios 24h empiezan a no ser una tan mala opción para hacer negocio sabiendo que hay personas que han perdido la noción del tiempo. Wark hace un buen análisis y explica cómo a veces “lo más difícil es reconocer el rol pequeño pero innegable que juega la cultura rave en la gentrificación. Quienes suelen ir a las raves se amontonan en las cercanías de los clubes y los antiguos distritos industriales donde se hacen”, lo que atrae a un montón de personas que en realidad nunca llegan a entrar en el continuum, pero siempre se mudan estas zonas esperando que sea el propio tiempo-k quien les absorba. Aunque el tiempo-k no elige a ravers, somos nosotras quienes elegimos entrar en él y dar cuenta de ello: “levantarme temprano para una rave matutina es como sumarle un día al fin de semana”, en palabras de Wark.
McKenzie Wark relata sus experiencias en la pista como un ritual de cuidados, de realidades y de esperanzas, también relata las incomodidades de ser una mujer trans de avanzada edad en un entorno mayoritariamente joven y predominantemente masculino, aunque donde siempre se encuentran esos cuerpos que te hacen sentir cómoda y te hacen sentir que perteneces a lo mismo “estar aquí contigo me ayuda a salir de mí misma […]nuestro estar con los demás es óptimo cuando invita a nuestro ser a ser otro.” Me gusta también pensar acerca de este tipo de relatorías de los cuidados tan alejadas de los circuitos convencionales como puede ser un café con las amigas. Para mí, más de una cola del baño en una rave ha sido mejor que una sesión terapéutica, y parece que para la autora de Raving también, cuando explica que se encuentra con sus compañeras de rave y quiere que le cuenten “las veces que la dañaron. es lo que hacen las amigas, ¿no? las amigas nos contamos cómo fuimos dañadas. Las amigas intercambian sus llaves. incluso las amigas de rave, cuya amistad puede ser intensa pese a ser temporaria.”
Tan temporal como la propia rave, que llega un punto en el que la música sientes que se terminará o que tú te darás por vencida para seguir escuchándola, bien por el peso de tus piernas, por el vacío de tu cabeza o por las ganas de abandonar para entrar en otra dinámica. Entender que no es necesario quedarse hasta el final de los finales es madurar. Entender que el continuum es infinito y que puedes entrar y salir tantas veces como quieras, como tú misma te permitas o te invite el contexto, como explica Wark “mientras que la rave es temporaria, el baile está fuera de tiempo. El rave continuum avanza lateralmente en el tiempo-k hasta que muta en algo más. hasta el fin del mundo”