Cuatro días y cuatro noches intensas de electrónica en el Algarve
Autor: Patricia Pareja Casalí
La localidad portuguesa de Portimão acaparó todas las miradas de los amantes de la música electrónica los pasados días 20, 21, 22 y 23 de septiembre. El reconocido The BPM Festival daba el pistoletazo de salida en Praia da Rocha, en la región de Algarve (hacia el sur de Portugal) y nosotros no nos lo quisimos perder por nada del mundo; siendo este uno de los festivales con mayor recorrido y mejor trayectoria de los últimos años, estábamos seguros de que sería un evento poco menos que inolvidable. Y, además, todo sin salir de la Península Ibérica.
Aterrizamos en Lisboa el mismo día que empezaba el evento y aún nos separaban dos horas de trayecto en coche hacia Portimão. Dos horas que recorrimos en el menor tiempo posible, deseosos de llegar a la localidad e ir directos al festival.
Tan pronto como llegamos a Portimão y recogimos nuestros pases – justo a tiempo para ir directos a los eventos de la noche –, nos vimos en el acalorado compromiso de escoger uno de entre los cuatro eventos que ofrecía el festival, una tarea nada fácil teniendo en cuenta la calidad de las fiestas. Finalmente, nuestra apuesta fue acercarnos al Centro de Congressos do Arade, lugar en el que aquella misma noche tenían lugar dos de los platos fuertes del festival: Marco Carola, como cabeza de cartel en el teatro, y Paco Osuna en el pabellón, dos salas que se conectaban por una gran escalera en el mismo local. La primera noche del festival prometía ser poco menos que inolvidable.
Lejos de cumplir nuestras expectativas, el recinto – a nuestro parecer – no había sido muy bien escogido y la organización no parecía haberse esmerado en exceso en prepararlo. Las salas del Centro de Congressos no eran demasiado amplias y los acabados dejaban mucho que desear; además, del techo colgaba una hilera de atrapasueños que poco o nada tenían que ver con el festival y no había ni un resquicio más de decoración a lo largo y ancho de la sala.
La pista, además, tardó varias horas en llenarse y se podía observar sin mucho esfuerzo que habían varios miles de asistentes menos que en la edición del año pasado (2017). Todo en conjunto nos supuso una primera impresión bastante alejada de lo que esperábamos encontrarnos y nos volvimos al apartamento algo decepcionados con la primera imagen del festival.
A la mañana siguiente, nos levantamos algo menos enérgicos, pero muy intrigados por saber qué tal serían los stages de día. ¿Nos llevaríamos otra decepción? Aún con la espinita clavada en el pecho, nos preparamos y fuimos hacia los eventos de la playa. Teníamos muy presente que una de las principales peculiaridades de The BPM Festival es que, aunque se pueda disfrutar tanto de día como de noche, la fiesta de día es su mejor apuesta; pues lo que hace tan especial y diferente a este festival es que se puede vivir y disfrutar mientras estás descalzo en la arena, bailando en la playa bajo el sol.
En este sentido debemos decir que fue todo un acierto: con dos eventos diurnos divididos en dos beach clubs paralelos – separados por apenas 15 minutos a pie –, se podía disfrutar de la fiesta desde las 12:00 del mediodía hasta las 00:00 de la madrugada. Blanco Beach era el beach club más grande: con piscina en el centro, arena en el suelo, un lugar donde disfrutar de un atardecer maravilloso y mucha pista donde bailar.
NoSoloAgua era el beach club contiguo, con la gran particularidad de que la pista se extendía hasta la orilla del mar, de modo que podíamos bailar con los pies metidos en el agua. Todo un espectáculo.
Tras el chasco de la primera noche, cabe decir que los eventos de día nos subieron el ánimo con creces y lo disfrutamos hasta el cierre, con Loco Dice capitaneando la cabina de Blanco Beach, momento en el que no pudimos marcharnos a casa y sólo queríamos continuar bailando toda la noche.
Una vez acabados los eventos de día nuestro cuerpo pedía más y más, ¡y no pudimos negárselo de ninguna manera! Con una diferencia de apenas 15 minutos en coche entre los recintos de día y los de la noche, pusimos rumbo a Villa Mariazinha para disfrutar de la fiesta SIGHT.
Villa Mariazinha es una especie de bar de copas que, con motivo del festival, tenía pinta de haber sido redistribuido con el fin de adaptarlo a los eventos de la noche. A nuestros ojos, parecía una especie de “after” del evento de día más que una fiesta en sí; por el tamaño de la sala, por la localización y, por qué no decirlo, ¡por la cantidad de horas de fiesta que llevábamos ya en los pies!
Contra todo pronóstico y sin previo aviso, Anna Tur, Alex Kennon y Francisco Allendes – al mando de la cabina en Villa Mariazinha – pusieron la sala patas arriba con un set de una energía arrolladora. Nos olvidamos del cansancio, de las ganas de dormir y de la cantidad de horas que llevábamos de pie… Nos atraparon en una fiesta sin precedentes, digna del festival en el que estábamos. Sin duda lo recordamos como la mejor noche de todo BPM. Por cierto, ¡gracias, chicos!
Tras prácticamente 12 horas de fiesta continuada llegamos al apartamento poco menos que agotadísimos de tanto bailar, pero con un sentimiento de satisfacción bien alejado de aquella primera decepción en la primera noche del festival.
El penúltimo día nos levantamos con una gran necesidad de recargar las pilas, y en este caso, Portimão es un lugar idóneo para resucitar tras horas y horas de baile. Es una población perfecta para coger fuerzas y recuperar energía gracias a sus preciosas playas y buena comida, y tras una mañana intensa de rayos de sol y con el estómago bien lleno, nos acercamos de nuevo a los beach clubs para seguirle el ritmo a Nic Fanciulli, dueño de la cabina en Blanco Beach hasta el cierre en esta ocasión – y flamante portada de DJ Mag ES.
Y la fiesta, al igual que las noches anteriores, se alargaba en Katedral Disco, en Congresso do Arade o en Villa Mariazinha. ¡Para gustos los colores! Y nuestro color favorito aquella noche fue Kaluki, una de las fiestas más divertidas de todo el festival y que, como era de esperar, no defraudó.
Los valientes que sobrevivimos a los cuatro intensos días de festival amanecimos el domingo para disfrutar del último suspiro de la edición BPM en Portimão. El cierre, siguiendo la tónica del festival hasta el último día, venía cargado de buena música con artistas de la talla de Richie Hawtin, Chris Liebing, The Martinez Brothers o Joseph Capriati. Lo que prometía y, de hecho, fue, un cierre por todo lo alto.
Y bailando hasta la madrugada, tal como habíamos estado haciendo desde el primer día del festival, The BPM Festival cerró su edición portuguesa de 2018.
Con muchas horas de baile en el cuerpo, muchos eventos y muchos días disfrutando de este emblemático festival, cabe decir que nos quedamos con una pequeña espinita dentro. The BPM no nos defraudó, pero sí hay algo que nos ha faltado: quizá más asistentes, más ambiente, mejor montaje, más cabezas de cartel… Porque a los que, como nosotros, de verdad disfrutamos con este tipo de eventos, sabíamos que faltaban muchos de los grandes y mejor organización.
Nos quedamos con la maravillosa experiencia de haber bailado con los pies metidos en el agua… porque disfrutar, no quepa duda de que lo hemos disfrutado… ¡y nadie nos quitará lo bailao’!